Solemos juzgar siempre a la educación. Nos sentimos siempre en el derecho de decir lo buena o lo mala que es. No importa si somos o no especialistas, lo importante es opinar. En ese debate la culpa es siempre del profesor. Frases tales como: el estudiante no aprende en clase porque el profesor no sabe enseñar, si el estudiante tuvo una mala nota, la culpa es del profesor, si el profesor no realiza el curso, la culpa es que le falta organización y así podríamos citar otros tantos ejemplos1.
Lo cierto es que el profesor tiene que además de dar clases, planear las clases, hacer cursos, responder correos, pasar las notas, trabajar desde lo académico y lo administrativo, resolver problemas de los estudiantes, estudiar, participar en reuniones, en proyectos, etc., etc. ¿Por qué la culpa es del profesor?
Porque las discusiones entre las teorías y las prácticas son tan lejanas y tan abstractas como las opiniones que culpan al profesor. Las propuestas de los Ministerios pocas veces (o mejor, casi nunca) atienen a los interés del aula y distan mucho de pensar en la condición del “ser” docente del profesor.
Parte de la desvalorización docente es causa y consecuencia de las metas que se trazan las agendas educativas, que dicho sea de paso, nunca se cumplen.
La educación se coloca en la mesa de debate como valor y mercancía, un ejemplo reciente la salida del ahora ex Ministro de Educación (Janine Ribeiro) de Brasil. Una troca de favores donde la discusión dejó de ser hace mucho tiempo la educación. Es un juego de ajedrez, donde los peones que podrían representar a los profesores son los primeros que son abatidos en el tablero de intereses.
La sociedad se envuelve en el debate para arrojarle piedras al profesor. Y el profesor culpa al estudiante. No aprende porque no quiere, no aprende porque no presta atención, no aprende porque no va a las clases, etc.
Hay culpables, señores. Llevémoslos al banquillo de los acusados. La culpa como medida de control. La culpa que se remonta a la educación religiosa. La culpa como moral.
No tenemos claro cuáles son los papeles de la sociedad, del estado, de la escuela, de los profesores, de la gestión, de los estudiantes, de los padres. Tanto es así que circula hace tiempo en una red social una viñeta que nos recuerda los papeles de cada uno.
Y dicen que el profesor tiene autonomía, me pregunto cuál es de hecho esa autonomía. Tiene horarios fijos, tiene contenidos que cumplir, tiene que seguir lo que le dicta un manual que muchas veces (siempre) los contenidos no tienen nada que ver con la realidad que enfrenta en el aula. Según el Diccionario de la RAE, la autonomía se define como: Condición de quien, para ciertas cosas, no depende de nadie. Si esa es la verdadera autonomía del profesor, posiblemente sea en el planeta de lo ideal porque en el planeta real, esa autonomía es ficticia.
Para reflexionar dos imágenes y una pregunta: ¿de quién es la culpa? Si es que aquí hay culpables.
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