Felipe Zurita Garrido
La docencia en la América Latina es uno de los puntos centrales del fenómeno educativo, donde confluyen, de forma brutal, como un torrente desbordado, todas las posibilidades y contradicciones puestas en juego en el mismo. Docencia como posibilidad en tanto las mujeres y hombres dedicados a la misma tienen el potencial inconmensurable de transformar positivamente con su trabajo la vida de millones de personas, de la sociedad donde estas viven y de sí mismos. Docencia como posibilidad de ampliar las posibilidades de acceso/apropiación del conocimiento científicamente informado por parte de las nuevas generaciones. Docencia como posibilidad de generar un diálogo respetuoso entre el conocimiento científicamente informado y los conocimientos comunitarios/locales. Por otra parte, docencia como contradicción entre la formación pensada para el usufructo económico personal y la formación ciudadana de la colectividad. Docencia como contradicción entre la función de enseñar/desarrollar conocimientos/habilidades académicos/cognitivas para/en las y los estudiantes y la función de salvar a la humanidad de todos sus problemas culturales/económicos/sociales/morales. En fin, en la docencia confluye parte importante de las aspiraciones y frustraciones de nuestras sociedades latinoamericanas, en tanto se ha optado políticamente por situar en ella la responsabilidad de resolver cuestiones fundamentales de la construcción de la comunidad. Ignorar esta responsabilización puesta en el profesorado latinoamericano, es ignorar la construcción histórica de nuestros sistemas educacionales y de nuestras sociedades en general, donde las debilidades de una modernidad periférica y sucedánea no han posibilitado el arribo de la promesa de la justicia social y de la convivencia democrática y pluralista.
Ser docente en América Latina es trabajar fundamentalmente de cara a la realidad de nuestras sociedades, es trabajar para y con poblaciones excluidas y maltratadas históricamente, es trabajar en deficientes condiciones materiales, es trabajar por salarios bajos, es trabajar en medio de la pobreza y violencia de nuestras sociedades, es trabajar en una actividad mal mirada socialmente, es un trabajo mayoritariamente femenino, es un trabajo realizado en parte importante por personas de origen popular, es trabajar siendo quizás la cara más visible del Estado para parte importante de la población, es trabajar por muchas horas a la semana tanto en las escuelas como en el propio hogar, es ser objeto de sospecha y cuestionamiento, es ser valiente. La valentía es un aspecto fundamental para ser docente en América Latina, puesto que las escuelas están en gran parte del territorio, donde se desarrollan abiertamente los conflictos que adornan a nuestras sociedades. Pero también la valentía es importante de cara a los empleadores de la docencia. Valentía frente al Estado latinoamericano, tan acostumbrado a resolver las cuestiones fundamentales de espaldas a la población en beneficio directo de las añejas y poderosas clases políticas/empresariales y también tan acostumbradas a mostrar su cara funesta y violenta cuando alguien tiene la osadía de cuestionar aquello. Bien lo saben las y los profesores de Colombia que se encuentran en movilizaciones por mejorar las condiciones de su actividad, las y los profesores de Chile que desde hace un año se movilizan por incidir en la reconfiguración de su actividad a través de la elaboración de una carrera docente digna, las y los profesores de Brasil que han visto como sus demandas por mejoras salariales o defensa de derechos previsionales son ignoradas o violentamente reprimidas por la policía, entre otras. En Brasil, la violencia policial hacia el profesorado ha tomado una dimensión inaceptable y alarmante, tanto el año 2014 en Río de janeiro como el 2015 en Paraná. Ser docente en América Latina es trabajar para un Estado, que en general se ubica en una posición ambivalente y distante, en tanto exige resultados y entrega poco para que eso ocurra. Es trabajar para un Estado de baja intensidad democrática, puesto que se siente mucho más cómodo reprimiendo que abriéndose a instancias verdaderas de aprendizaje y diálogo con el profesorado. También valentía frente al Mercado, el otro gran empleador, que sitúa sus aspiraciones de mayor acumulación económica en la “industria educacional” travestida de “libertad educativa”.
A pesar de este cuadro, hay muchas y muchos en nuestra tierra, que ayer y hoy optan por la docencia. Entre una mezcla de valentía y quizás locura, millones de mujeres y hombres latinoamericanos todos los días tienen la convicción y la esperanza de que con su trabajo pueden hacer de nuestra región y sus hijos un lugar mejor para vivir, más digno, más democrático y más humano. A pesar del Estado y del Mercado. Esto tampoco puede ser ignorado y merece todo nuestro respeto y valorización.