Nuestro 11 de Septiembre: la formación política e histórica de la sociedad chilena – exclusivo

Felipe Zurita Garrido

Hoy se cumplen exactos 42 años del Golpe de Estado que derrocó al Gobierno de la Unidad Popular liderado por el Presidente Salvador Allende. A partir de ese momento, se instaló en Chile una Dictadura Militar sangrienta y criminal, responsable por la tortura, muerte y desaparecimiento de miles de hombres y mujeres.

Ciertamente, desde el presente, no es posible sostener que la sociedad chilena tenga una mirada consensuada sobre los diferentes aspectos relacionados al acontecimiento del Golpe de Estado y al periodo de la Dictadura Militar. Sí es posible sostener, que hasta hoy, se presentan perspectivas múltiples sobre estos y, en muchos casos, explícitamente enfrentadas.

La “Encuesta Barómetro de la Política CERC-MORI” de Julio de 2015, realizó una puesta en escena sistematizada sobre la imagen que la sociedad chilena ha sostenido en el periodo 1996-2015 sobre Augusto Pinochet y la Dictadura Militar. Dentro de los diversos resultados de este estudio, se plantea que, si bien con periodos de vaivén en las declaraciones de los encuestados, desde 1996 hasta 2015 la imagen negativa hacía Augusto Pinochet ha aumentado (63% – 76%). Lo interesante es que a medida que la persona encuestada tiene mayor nivel educacional y mayor edad, la imagen sobre Augusto Pinochet es más positiva. Otro indicador relevante, siempre con modificaciones a lo largo del tiempo, es que aún hoy existe un porcentaje de la sociedad chilena que justifica el Golpe de Estado, alcanzando un 21% de las personas encuestadas. Este estudio, señala además que existiría una relación entre militancia política de la persona encuestada y su respuesta, en tanto la militancia de los 2 partidos políticos de derecha (UDI y RN) tendría una menor inclinación a condenar el Golpe de Estado de manera abierta.

Estos resultados son interesantes de analizar, en tanto entregan algunos elementos para pensar la sociedad chilena. Uno de estos, se relaciona con el hecho de que no existiría una relación necesaria entre mayor nivel educacional y la posibilidad de realizar una interpretación histórica/política más compleja de la sociedad en que se vive. En otras palabras, a pesar de que con el paso de tiempo ha aumentado considerablemente la calidad y cantidad de información que demuestra la cara sangrienta, irracional, antidemocrática y criminal de la Dictadura Militar, no necesariamente ocurre una lectura coherente con la misma, a pesar de que, potencialmente, se contaría con las herramientas cognitivas para aquello.

Un segundo elemento a considerar, dice relación con el evidente peso que aún conservaría la perspectiva político/ideológica en las personas al momento de leer su realidad. De esta forma, al parecer, sería la adscripción a una perspectiva política/ideológica o política/partidista la que orientaría con fuerza la forma en que las personas se posicionan y orientan en el mundo. Este fenómeno es llamativo, puesto que se insiste en el presente, desde varias tribunas, incluida muchas veces la educacional, con respecto a que en el mundo contemporáneo (la sociedad del “conocimiento”) ya no tendrían cabida las ideologías, la división entre “izquierdas” y “derechas”, que habrían muerto los “meta-relatos”, entre otros discursos que invitan con fuerza a abandonar la dimensión propiamente política como un especio de regulación/organización del mundo. Si bien es cierto, que la política/partidista sufre un profundo y merecido nivel de desprestigio en diversas latitudes, la política/ideológica no estaría necesariamente muerta.

Un tercer elemento, se relaciona con el dato relevado en este estudio, donde se muestran vaivenes, movimientos, en las perspectivas de las personas encuestadas a lo largo del tiempo. Esto es importantísimo, en tanto alerta sobre la posibilidad de transformación de las perspectivas políticas e históricas de la sociedad, profundamente ligadas a la “agenda” del momento. Planteado así, según lo que va ocurriendo en la sociedad, la población chilena ha ido posicionándose con diferentes niveles de fuerza y convicción con respecto a la Dictadura Militar, sus acciones y su significado amplio. De esta forma, se releva la necesidad permanente e inacabada de construir, alimentar y fortalecer una “agenda” proclive al valor de la democracia radical, la justicia profunda, los derechos humanos, la dignidad humana y la legitimidad de la transformación social. Allí, lo educacional, no exclusivamente “escolar”, adquiere una dimensión amplia y de primera importancia.

Más allá de los resultados del estudio ya abordado, me atrevo a señalar una serie de otros “aprendizajes” político-históricos que la sociedad chilena, o parte importante de ella, ha conquistado. Uno de estos tiene que ver con la imagen de Salvador Allende como un hombre-político respetado y valorado, más allá de la derrota militar de su Gobierno, resaltando la dignidad profunda y consecuencia que le imprimió a la actividad política misma. Más allá del símbolo, para parte importante de la población chilena, Salvador Allende se jugó la vida por ser coherente con su compromiso con el pueblo chileno, que confió en él para transformar al país. Esta perspectiva, me atrevo a señalar, no corresponde exclusivamente a la población que vivió y apoyó a la Unidad Popular, como así tampoco limitada a la militancia de izquierda, es más amplia. En esta línea, durante el año 2008 se realizó en Chile el programa de televisión “Grandes chilenos de nuestra historia”, que tenía como finalidad conocer la perspectiva que la población tenía con respecto a “grandes personalidades” de diferentes ámbitos de la historia nacional, con miras a la conmemoración de los 200 años de la independencia. En dicho concurso, Salvador Allende fue escogido como ganador, con una destacada y reñida participación de los telespectadores, resaltando entre estos, el estudiantado. En una línea similar, durante todo el proceso de manifestaciones estudiantiles desarrollado entre los años 2006-2015, que busca acabar con la privatización, segregación y autoritarismo del sistema educacional chileno, de forma paulatina y sostenida, la imagen de Salvador Allende, y el proyecto de la Unidad Popular, ha ido apareciendo en las marchas, afiches, consignas, fundamentos, lecturas, propuestas, sueños, construidos y vivenciados por miles y miles de estudiantes a lo largo y ancho del país, como un referente de justicia social y proyección transformacional, imposible de no considerar.

Creo que finalmente, parte de la población chilena también ha aprendido muchísimo del coraje y valentía de quienes lucharon contra la Dictadura Militar, del tesón y esperanza de quienes hasta hoy buscan justicia por sus seres queridos asesinados y desaparecidos, de la dignidad de los sobrevivientes que comparten sus dolorosas memorias, de la experiencia de contar con sectores de las diversas Iglesias que fueron capaces de hacer carne y acción el mensaje de amor al prójimo, de la infinita solidaridad con que en diferentes partes del mundo miles y miles de compatriotas fueron recibidos y apoyados al salir de Chile, que el Estado es una rama de doble filo” que puede orientar su acción a alcanzar justicia y desplegar violencia, que la violencia estatal-empresarial es de larga data y debe ser desnaturalizada y no olvidada a pesar del avance del tiempo, de la dificultad de sostenerse como sociedad y proyectarse hacia el futuro después de ver tanta sangre derramada y tanta injusticia desplegada hasta hoy. Estos y otros posibles aprendizajes a conquistar, merecen de toda nuestra atención y decidida valorización, en tanto la experiencia y formación histórica y política de las sociedades están abiertas y significan una valiosa oportunidad.

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