Estudiantes Normalistas de Ayotzinapa ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!

Felipe Zurita Garrido

Nuevamente la tierra de América Latina es regada con la sangre de su pueblo pobre. Nuevamente son agentes del Estado quienes utilizan su fuerza de fuego contra parte de la población indefensa.

En esta oportunidad fue en México, específicamente en el Municipio de Iguala del Estado de Guerrero. Entre la noche del 26 de Septiembre y la madrugada del 27 de Septiembre, fue atacado, en más de una ocasión, un grupo de estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa por parte de la Policía Municipal y otros civiles. El ataque ocurrió cuando un grupo de cerca de 80 estudiantes venian de vuelta de realizar actividades para recaudar fondos en el Municipio de Iguala. Se encontraban en tres buses, que se tomaron con la idea de asistir a la marcha de conmemoración de la Matanza de Tlatelolco del 02 de Octubre. Allí, en la noche y en plena calle, los estudiantes fueron atacados.

¿El motivo? Aún no está del todo claro. Lo que sí está muy claro es que fue un ataque que tenía el claro objetivo de matar: dentro de los estudiantes sobrevivientes se habla de un ataque intenso y prolongado con armas de fuego. Al menos 6 personas murieron, otras 25 resultaron heridas y hay, hasta hoy día, 43 estudiantes desaparecidos. 

¿Quiénes fueron los atacados? Estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa que se preparan para ser Profesores de Educación Básica. Estos estudiantes son en su mayoría hijos de familias campesinas pobres, provenientes de diferentes lugares de México. El proyecto de formación que se vivencia en dicha institución es inspirado en la perspectiva de la educación popular, funciona en una lógica autogestionada, es políticamente comprometida con valores de izquierda, las decisiones de su funcionamiento son tomadas en términos horizontales y la pedagogía es visualizada como una forma de transformar el mundo.[1] Claramente se trata de un proyecto de formación de profesores comprometido con un proyecto revolucionario, que puede resultar incomodo para algunos. Resulta llamativo que los estudiantes de esta institución ya hayan sido objeto de represión por parte de agentes del Estado en el pasado. El 12 de Diciembre de 2011 los estudiantes se tomaron la Autopista del Sol como vía de presión para alcanzar una respuesta a algunas de sus demandas presentadas al Estado. La respuesta de la autoridad fue la represión llevada a cabo por la Policía Federal y la Policía Estatal, con el triste saldo de tres estudiantes muertos y otros heridos.

¿Quiénes fueron los atacantes? Hay 22 Policías Municipales detenidos, algunos de los cuales reconocieron su participación en los hechos. También se habla de la participación mancomunada de la Policía Municipal con el grupo criminal vinculado al narcotráfico de los Guerreros Unidos. No obstante, al parecer los lazos son más amplios, puesto que el Alcalde José Luis Abarca Velázquez, su esposa María de los Ángeles Pineda Villa y el Director de Seguridad Pública de Iguala, Felipe Flores Velásquez, se encuentran prófugos después de ocurrido el ataque. En el caso de María de los Ángeles se sabe que es familiar directa de uno de los líderes de Guerreros Unidos, mientras que el Alcalde ya era investigado por el asesinato de tres activistas de la organización Unidad Popular en Mayo de 2013.

¿Qué ocurrió con los estudiantes?[2] De los 43 estudiantes desaparecidos aún no hay certeza de su paradero exacto. Sus familiares y compañeros demandan su inmediata entrega, con vida. No obstante, ya se han encontrado varias fosas clandestinas, con restos mortales calcinados en su interior. Es probable que sean los restos de los estudiantes. Según la declaración de uno de los policías que participó en el ataque, habría ocurrido lo siguiente: los estudiantes que fueron arrestados con vida después del ataque fueron llevados a un lugar de acceso complejo a los pies de un cerro, allí cavaron fosas profundas, asesinaron a los estudiantes por ordenes de un líder de Guerreros Unidos, los enterraron sobre ramas y les prendieron fuego. En estos días, se están llevando a cabo diferentes diligencias para reconocer la identidad de esos restos mortales y confirmar si se trata o no de los estudiantes desaparecidos.

Más allá de la crónica, la indignación se ha diseminado hacia los diferentes rincones de México y del mundo. Si bien el maltrato, simbólico y físico, hacía los docentes es una realidad histórica y cotidiana en nuestra región, ese tipo de violencia impacta y toma por sorpresa hasta aquellos que piensan que los días de terror quedaron atrás, en el pasado, con el arribo de los gobiernos democráticos que sucedieron a las diferentes Dictaduras Militares en América Latina. Por el contrario, la violencia sigue presente de forma muy clara, tanto a pesar, como así también gracias, a la institucionalidad democrática que hemos sido capaces de construir. Dicha institucionalidad es porosa, débil y se encuentra atravesada por múltiples intereses, que en algunos casos terminan cooptando y utilizando para sí a la misma.      

Como la escuela, profesoras/es y estudiantes no se encuentran en una burbuja fuera del mundo real, sino que son parte de nuestras sociedades, quedan a medio camino de sus conflictos y de sus múltiples contradicciones. Creo que es importante reconocer esa pertenencia de lo educativo con la sociedad en su conjunto, en tanto nos advierte del peligro de asumir posiciones ingenuas con respecto a qué es lo que se juega, y lo que podría ocurrir, dentro de nuestras instituciones educativas, como así también con sus integrantes.

Finalmente, creo que lamentablemente es difícil esperar un desenlace feliz a la demanda de ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos! Infelizmente, todo indica que esos estudiantes vinieron a engrosar nuestras interminables listas de víctimas de violaciones a los derechos humanos en América Latina. ¿Qué nos queda frente a esta situación? Pienso que es importante el ejercicio de rescatar la memoria del pasado vergonzoso de nuestras construcciones nacionales, esa memoria que muestra al Estado al servicio de unos pocos y contra muchos, esa memoria de la barbarie y la violencia estatal contra aquellos que levantaban un discurso alternativo. Rescatar esa memoria traumática y actualizarla con las atrocidades de Iguala 2014 (y con muchas otras más) con la intención de construir un relato amplio y complejo sobre nuestras sociedades y sus contradicciones, mínimamente organizado, que nos ayude a ubicarnos y nos ayude a comprendernos en el presente. También es impostergable el ejercicio de la demanda de justicia, no de esa justicia a medias o inalcanzable que muchas veces se nos fue ofrecida, sino de una justicia que se apoye en el acceso a toda la verdad de lo ocurrido, donde sea posible conocer a fondo a la totalidad de los asesinos directos y también a la totalidad de quiénes fueron los que decidieron lo que ocurrió, conocer el o los motivos del bestial asesinato y claramente que los culpables paguen el costo de sus actos. Cualquier cosa diferente a lo anterior es inaceptable.   

Belo Horizonte, Octubre de 2014

[1] Ver más en: http://www.youtube.com/watch?v=xqTBEb4B1SU

[2] Es posible acceder en internet a relatos de estudiantes sobrevivientes:  http://aristeguinoticias.com/1310/mexico/caso-iguala-3-testimonios-de-estudiantes-de-ayotzinapa/http://www.youtube.com/watch?v=W2yBb-4B5FI

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